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domingo, 11 de septiembre de 2011

Misantropía

LLevaba el sombrero bajo sobre la frente y no miraba hacia ninguna parte. La barba le cubría hasta los labios. Los harapos sólo mostraban una pierna rota con cicatrices de metralla.

Espanto vi en los ojos que de pronto saltaron fuera del sombrero para escupir un grito casi salvaje. Era un ermitaño colgado de palos en forma de pared, y las extrañas plantas que cubren la loma El Caldero, en la Sierra Maestra, le servían de techo. No me explico como aquello podía sostenerse en la montaña, cuesta abajo y al borde del barranco.
Fue en los años ´80 y no lo olvido. Un guajiro del caserío me dijo que había sido un alzado del Ejército Rebelde y que se viró contra Castro cuando los barbudos bajaron de las lomas, después de algunas ejecuciones de Raúl en medio de la Sierra
---El hombre escapó. Se escondió por años en los arbustos y después nadie más se ocupó de él pues está loco. Ni siquiera la policía lo buscó más-- me contó el guía de la zona.
Es un huraño. Tiene miedo. Un ermitaño. Se clavó en su propia cárcel para escapar del infierno que bajaba de la montaña, dejando cadáveres de sus propios barbudos.
Comparé la vida de aquel hombre colgado en la montaña de la Sierra, con otro que por años, se escondió dentro de un pozo seco en la zona conocida como El Nueve de Abril, a la salida de Ciego de Avila vía Ceballos. Este sin embargo, un día tuvo la desgracia de enfermarse gravemente y la Gestapo castrista lo atrapó cuando su madre quiso llevarlo a emergencia. Estaba blanco como rana.
No recuerdo su nombre, que era leyenda en los alrededores. Sólo sé que su sentencia se canceló por los años que había vivido en el hueco del pozo seco. Poco tiempo después murió y en el fondo del tiempo se ha perdido.
Ese mundo lo deforma y él se apaga.
Pensé que era el poeta y el naufragio de ese tiempo fascista interminable.
Y ahora que hará ese hombre solo en el cementerio.
Y aquel esqueleto colgado en la montaña, ahora polvo
o polen o granizo, que en el fondo del escarnio
se han perdido.
Yo quiero que se salven del olvido.
No tengo sus nombres.Pero los escribo.
No se sus nombres
yo les prendo la memoria como vela en el altar del Santo Cristo del Cobre.
Una pálida ceniza queda...pensaba que el poeta era Él
ese loco que vi colgado en la montaña.
Se escondían. Uno de ellos, ¨en la escabrosa y rápida pendiente del alto monte
entre la roca, por la ladera que se va al Oriente, donde la gruta de la negra boca...¨

Aquel hombre que vi colgado de la montaña... quizás fuera "Pedro, el ermitaño"
Al pie de la peña desde entonces, hay una calavera, un resto humano
desecho que se pisa y se desdeña...
El Ermitaño colgado del barranco. Y El Escondido del pozo, flaco y blanco....

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