La encontramos un día porque se cayò del nido cuando era pichoncito. Había nacido en el cielo raso del cuarto de los juguetes. Nos asustamos al verla sobre la vieja colombina,le tiramos una sábana para atraparla y la guardamos debajo de una caja de cartón con varios huequitos. Le dimos comida por dos o tres días (pan mojado y raspa de arroz);luego la soltamos pero nunca se fue de la casa. Se quedó con nosotros como si fuera un animalito doméstico. Hasta le pusimos nombre y jugábamos a ¨las casitas¨. Era nuestra muñeca.
Por eso nunca entiendo cuando dicen que las lechuzas son feas. Para mí son bellas, más que bellas, maravillosas!
Mi hermana y yo la veìamos andar a pasitos cortos a lo largo de todo el pasillo de la gran casona. Como no la dejábamos dormir de día, y le proveíamos todo el alimento que necesitaba, jamàs puso en pràctica las costumbres ancestrales de ave nocturna.
Por las mañanas solía comer junto a las gallinas de Pedro Martìnez, el dueño de la fonda del vecindario. Luego volaba hacia la última azotea y miraba al cielo largo rato, hasta escuchar nuestras voces llamando para el juego. Entonces abría sus alas ya grandes y blancas y aterrizaba en el rincón de los juguetes.
Cuando la encontramos era un pichón;la vimos crecer y escuchábamos alborotadas sus graznidos volando por todos los cuartos, el balcón, las azoteas...y hasta se subía feliz en la torre más alta del viejo ingenio abandonado. Nunca la encerramos. Ni siquiera intentamos cortar sus alas. Respetamos su libertad y su albedrío porque ese era el mas bello secreto que nos unía: su amor a la familia.
En el pequeño pueblo todos la conocían y un amigo de mis padres la llevaba en hombros a pasear al parque.
Tendría unos ocho años de edad cuando la perdimos. Ya no graznaba, silbaba con el sonido peculiar de sus antepasados. Era místico y hermoso su vuelo, su paciencia y su cariño.
Luego el viejo aquel que recogía basura, Evelio, nos la mato con una escopeta. Todo el pueblo sabia que Pintica era mansa, que no era lechuza salvaje.
Lamentablemente, aquel señor nunca lo entendió.
Teníamos mi hermana y yo tres y cuatro años cuando la encontramos. Ya eramos mas grandes cuando asesinaron a nuestra querida mascota.
Aún lamento y se me humedecen los ojos cuando recuerdo la ultima vez que la vi colgando de sus paticas entre las manos de aquel que la mató. Nunca supe sus motivos. Solo recuerdo que mi padre se puso muy bravo y estuvo a punto de golpearlo.
Hace poco en facebook, encontré a unas amigas de la infancia que recuerdan a Pintica. Sentí nostalgia de mi amada mascota...
Por eso nunca entiendo cuando dicen que las lechuzas son feas. Para mí son bellas, más que bellas, maravillosas!
Mi hermana y yo la veìamos andar a pasitos cortos a lo largo de todo el pasillo de la gran casona. Como no la dejábamos dormir de día, y le proveíamos todo el alimento que necesitaba, jamàs puso en pràctica las costumbres ancestrales de ave nocturna.
Por las mañanas solía comer junto a las gallinas de Pedro Martìnez, el dueño de la fonda del vecindario. Luego volaba hacia la última azotea y miraba al cielo largo rato, hasta escuchar nuestras voces llamando para el juego. Entonces abría sus alas ya grandes y blancas y aterrizaba en el rincón de los juguetes.
Cuando la encontramos era un pichón;la vimos crecer y escuchábamos alborotadas sus graznidos volando por todos los cuartos, el balcón, las azoteas...y hasta se subía feliz en la torre más alta del viejo ingenio abandonado. Nunca la encerramos. Ni siquiera intentamos cortar sus alas. Respetamos su libertad y su albedrío porque ese era el mas bello secreto que nos unía: su amor a la familia.
En el pequeño pueblo todos la conocían y un amigo de mis padres la llevaba en hombros a pasear al parque.
Tendría unos ocho años de edad cuando la perdimos. Ya no graznaba, silbaba con el sonido peculiar de sus antepasados. Era místico y hermoso su vuelo, su paciencia y su cariño.
Luego el viejo aquel que recogía basura, Evelio, nos la mato con una escopeta. Todo el pueblo sabia que Pintica era mansa, que no era lechuza salvaje.
Lamentablemente, aquel señor nunca lo entendió.
Teníamos mi hermana y yo tres y cuatro años cuando la encontramos. Ya eramos mas grandes cuando asesinaron a nuestra querida mascota.
Aún lamento y se me humedecen los ojos cuando recuerdo la ultima vez que la vi colgando de sus paticas entre las manos de aquel que la mató. Nunca supe sus motivos. Solo recuerdo que mi padre se puso muy bravo y estuvo a punto de golpearlo.
Hace poco en facebook, encontré a unas amigas de la infancia que recuerdan a Pintica. Sentí nostalgia de mi amada mascota...
La lechuza es un símbolo de sabiduría ancestral y se decía que las brujas utilizaban a estos familiares para memorizar extraños y complicados conjuros, así en el momento de realizarlos la lechuza les recordaba lo que debían hacer.
Tal como sucede con los sapos y los gatos, la lechuza es para la bruja un animal muy útil en el cual transformarse a los efectos de espiar y hacer averiguaciones.
Sin embargo, la lechuza es uno de los animales menos utilizados por las brujas y sólo la poseían aquellas que tenían más poder.
Ciertas partes del cuerpo de la lechuza, tales como los ojos, las patas, las plumas, el corazón y algunos de sus huesos, se utilizaban como poderosos talismanes. Había incluso quien embalsamaba el cuerpo entero.
Yo solo se que fue mi muñeca de juegos por largos años. Que todavía recuerdo perfectamente su rostro y que aún no comprendo por qué fue asesinada... (lamento que mis fotos junto a Pintica hayan quedado en el viejo álbum de la familia en Cuba)
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